viernes, 30 de septiembre de 2011

López-Gallego 2: El rey de la montaña


En plena ruta desierta hacia un destino difuso, fuera del área de cobertura, arrojados sin claves de lectura sobre ominosas laderas, refugiados en la última grieta entre el latido y la nada, decimos que lo que ocurre no tiene sentido, que no puede ser, que no debemos dejarnos quebrar por un demiurgo despiadado que sólo aspira a explotar nuestra fragilidad, saboreando nuestro desamparo. Decimos que se trata de un cuento irreal, una historia sin viabilidad terrenal, un simple rodeo de guión, una trampa. Queremos creer que ese mundo no es el nuestro. Hasta que lo es.

Un hombre conduce su auto en medio de un paisaje montañoso. Se detiene en una estación de servicio y, mientras hace una llamada telefónica, observa cómo una muchacha roba unas golosinas del kiosco. Segundos después ambos personajes se encuentran en el baño. Ella le suplica que no la delate. Tienen sexo. Se separan. El hombre retoma la ruta pero elige la curva equivocada. Un disparo. Una ráfaga agudísima, límpida, contundente, el primer impacto dentro de un tejido acústico impresionante que nos hace sentir todas las amenazas en un nivel muy tangible, muy físico. Una aventura hecha cuerpo. ¿Una provocación? Una trompada.

Antes de dirigir Apollo 18 en Hollywood, Gonzalo López-Gallego rodó tres largometrajes en España, y el tercero de ellos es este film protagonizado por Leonardo Sbaraglia sobre una idea de Javier Gullón. Aunque en principio parezcan proyectos muy diferentes, Apollo 18 y El rey de la montaña comparten ciertos trazos estéticos que invitan a pensar en las inquietudes cinematográficas del realizador. Minimalistas desde lo argumental, limitadas a pocos elementos para el cultivo de la tensión, ambas películas intentan desmenuzar el punto de vista óptico de forma tal que el espectador cobre verdadera dimensión del sitial que ocupa en la estructura formal del film.

Un ojo que oscila entre el pozo y el águila. Una progresiva asunción de poder. Es el trono incómodo que no siempre desearíamos detentar una vez que la trama avanza y nos vuelve cómplices del victimario, y sin embargo es el pacto al que nos entregamos -con placer- cada vez que comienza una ficción. Pero mientras las tácticas de Apollo 18 finalmente se tornan previsibles, El rey de la montaña nos hace rodar con mayor ambigüedad dentro del dispositivo, por eso es una película mucho más eléctrica, fluctuante y arriesgada, una obra que -además- tiene algo para decir sobre el presente, explorando cómo nos vinculamos hoy con la violencia y cómo hemos legitimado con naturalidad un mercado que factura enormidades comerciando sofisticados puntos de mira que, en el fondo, no se contentan con ser solo virtuales.



El rey de la montaña (España, 2007)
Dirección: Gonzalo López-Gallego
Guión: Gonzalo López-Gallego
Intérpetres: Leonardo Sbaraglia, María Valverde, Pablo Menasanch.
Film inédito en Argentina

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