sábado, 20 de abril de 2013

15º Bafici - Tanta agua (una entrevista)


Tanta agua (Uruguay/Alemania/México/Países Bajos - 2013)
Dirección: Ana Guevara y Leticia Jorge
Sección: Competencia internacional 

Hoy, cuando el Bafici está a punto de bajar sus persianas, sé que Tanta agua fue la película más disfrutable y querible de todas las que pude ver en este festival. Lo digo, sí, reconociendo que el relato acarició sensores íntimos que me hicieron entrar en perfecta comunión con la mirada sobre el mundo que propone la película. Pero no me engaño: más allá de la sintonía personal (o generacional, si prefieren), Tanta agua es objetivamente una película muy precisa en su construcción formal, un film que despierta una auténtico cariño a partir del rigor, y que se entienda esta palabra en su mejor acepción: el rigor fecundo que sabe pasar inadvertido, la alegre meticulosidad que se traduce en coherencia, la callada vehemencia por hacer que todos y cada uno de los detalles de la puesta en escena sean portadores de sentido.

Hace unos días conversé con Ana Guevara, una de las directoras de esta producción uruguaya participante de la Competencia Internacional de este Bafici. Su amiga y socia en este trabajo, Leticia Jorge, ya había volado de regreso al Uruguay. Lo que sigue son algunos fragmentos de esa charla. 

La historia

Tanta agua comienza cuando Alberto (un impecable Néstor Guzzini) llega con el auto a la casa de su ex mujer para llevarse a sus hijos, el pequeño Federico (Joaquín Castiglioni) y Lucía, una adolescente tímida y un tanto arisca con su papá (Malú Chouza, gran hallazgo). El plan es pasar unos días de vacaciones en las termas, pero el clima no acompaña. Llegan al lugar y todo lo que encuentran es lluvia y más lluvia. Las piscinas están cerradas y las actividades alternativas se agotan pronto. No les queda otra que ingeniárselas para entretenerse dentro de la pequeña cabaña. Y ni siquiera tienen televisión. 
 
El disparador de la historia -explica Guevara- fue una anécdota que contó un día Leti [Leticia Jorge]. Con ella siempre hablamos de algo que nos obsesiona: nuestras familias. Nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros abuelos. Hablamos mucho sobre eso, y estábamos haciendo un guión que tenía que ver con el tema pero que no iba para ningún lado. Entonces un día ella recordó una vez en la que ella se fue con su papá y su mamá a las termas. Llovió todo el rato y su papá estuvo tres días sin hablar, hasta que decidió que tenían irse de ahí: 'Bueno, nos volvemos'. En el camino de vuelta, llamó por la teléfono la madre del papá (o sea, la abuela de Leti), y el papá respondió 'Está todo bien. La estamos pasando bárbaro. No te preocupes'. A mí me causó mucha gracia cuando me lo contó. Por otro lado, las termas son un lugar que a mí me resultaba visualmente lindo para filmar una película. Es un buen contexto para toda la historia que viene después en la película. Es un pretexto, en realidad, porque esto también podría pasar en un balneario. Pero el lugar que elegimos nos resultaba como más controlado, donde las prohibiciones podían ser más sencillas, como las de las piscinas, por ejemplo. La idea viene un poco de ahí, de este recuerdo familiar.”

Los detalles reveladores

El título Tanta agua me remitió al cuento de Raymond Carver “Tanta agua, tan cerca de casa” (So much water, so close to home, relato que alguna vez comenté en este blog a propósito del film australiano Jindabyne). Lejos de la oscuridad que caracteriza al escritor norteamericano, la película uruguaya tiene de todas maneras una impronta muy carveriana a la hora de tensar los limitados espacios de la convivencia, como así también asombra la intuición de las realizadoras para explicar toda la complejidad de una psicología a través de un simple objeto, algo tan común y corriente como un tupper con comida, por ejemplo.
 

Está claro que los chicos no se sienten cómodos con su papá, al menos al principio. No viven con él y hay códigos que no comparten. Para entender esa distancia uno tiene que inferir, aunque sea mediante una comparación imaginaria, cómo es la relación que ellos tienen con su mamá, a quien solo vemos como una silueta a lo lejos, al comienzo del film. Pero la madre está presente, por ejemplo, en ese tupper con tartas que Lucía lleva consigo, y entonces lo que apenas parece ser un elemento ilustrativo más, pronto se convertirá en un símbolo clave. Según Guevara, para llegar a este grado de economía fue fundamental un arduo trabajo con el guión: “Esos detalles eran las cosas más importantes. Todos los personajes tienen detalles que los revelan. La idea es que los personajes no hablen sobre sí mismos sino que sean definidos mediante sus acciones. En el caso de la mamá, sí, es una madre sobreprotectora, quizás algo pesada, que se introduce en esas vacaciones: llama por teléfono y les prepara cositas para comer a propósito, para mostrar que está ahí. Es una madre resumida en dos o tres cosas que funcionan bien en la película. No hubo necesidad de agregar más información.”


Esta capacidad para la observación y la síntesis puede apreciarse también en la composición de muchos encuadres que resultan sofisticados y discretos a la vez. Hay un momento, por ejemplo, en donde la cámara parecería anunciar que estamos ingresando en una dimensión más ceñida a la subjetividad de Lucía, que será la protagonista de la segunda mitad del film. Es esa escena en la que un chico viene a invitar a Federico a dar una vuelta en bicicleta. Mientras el padre despide a su hijo en la puerta de la cabaña, la cámara toma al hombre desde adentro, desde la perspectiva de la adolescente. Apenas distinguimos la figura del padre: vemos la puerta entreabierta, el resplandor del día, y el brazo de Alberto que se extiende para desprender un caracol de la pared. El siguiente plano muestra a una irritada Lucía mirando de reojo a su padre, de quien ahora sólo vemos su panza. Ella todavía no logra conectar con él: es como si sólo pudiera ver retazos de su papá, fragmentos sueltos que le impiden construirlo como un todo. “El rodaje es una etapa muy pensada”, asegura la directora, y aclara: “Puede haber algunas cosas que sí se trabajan más en el momento de la toma, por ejemplo cuando la cámara tiene que seguir a los personajes al caminar, y ahí se terminan de definir los movimientos. Pero para todo lo demás hacemos un trabajo previo importante: vamos a la locación, fotografiamos todo, probamos encuadres, hacemos storyboards alternativos para cada escena. Tenemos miles de fotos de nosotras mismas junto a la directora de arte actuando como si fuéramos Alberto, Lucía y Federico, probando los lugares en donde se podría ubicar cada uno.”
 
Narración y género

De repente, las lluvias se van, pero nosotros ya estamos tan enganchados con los personajes que no nos damos cuenta de que salió el sol. Mientras Alberto coquetea con una recepcionista del lugar, Lucía empieza sus propios escarceos románticos motivada por un muchacho que le atrae mucho. Si bien la segunda parte del relato tiene algunas zonas típicas de la fábula de iniciación, Guevara dice que no pensaron necesariamente en esta clase de relatos al diseñar la película: “El foco narrativo está distribuido entre los dos personajes principales (el padre y la hija), y lo hicimos así por gusto, porque queríamos que los dos personajes tuvieran su evolución, porque era importante que la película fuera sobre ellos dos, y sobre todo lo que ellos pasan juntos. Ni siquiera nos dimos cuenta de que era una película coming of age, hasta que todos lo empezaron a decir. Es cierto que una parte grande de la historia es ese despertar de Lucía, con esa escapada, con las pruebas en sus salidas, pero nunca prentendimos que la película se integrara en el género de las historias de iniciación. La película que sí vimos muchas veces es The squid and the whale, de Noah Baumbach [en Argentina se estrenó como "Historias de familia"], que tiene a esos personajes a los que les pasan cosas súper torpes, sobre todo el del adolescente, que es el reflejo de un padre que evidentemente nunca le enseñó nada que le sirva. Pero más allá de esto no tuvimos un referente puntual. Lo que sí queríamos era que nuestra película fuera graciosa. No queríamos cargarla de dramatismo, porque la idea es pensar que uno cuando es más chico puede ser súper dramático, pero cuando tenés veintipico reconocés que aquello que te pasaba seguramente era una pavada.”

En definitiva, Tanta agua es un film sobre la desilusión. La desilusión y sus distintas facetas: desde su versión más simple y frecuente, como esa lluvia que puede frustrar un fin de semana, hasta aquella que nos hiere y cala hondo pero que representa una condición esencial de nuestro ser en el mundo. Así lo explica la realizadora: “Es algo que te marca, pero que te va a seguir pasando toda la vida. No es que ellos salen aprendiendo una lección. Lucía se mete abajo del agua, pero cuando salga todo va a continuar, y esas mismas cosas van a seguir pasando y hay que enfrentarlas. Lo que hace el padre, por su lado, es abrir los ojos y darse cuenta de que su hija ya no es una nenita, y que tiene que empezar a considerarla. Lo que le pasa a Lucía es propio de una época muy difícil. Yo sufrí mucho la adolescencia, como muchas personas, y creo que después de un tiempo hay que exorcizarla. En la adolescencia sentimos que la culpa siempre la tienen ellos, los padres, sin darnos cuenta de que nosotros también estamos ahí y tenemos nuestra cosas. Creo que el momento de maduración llega cuando dejás de culpar a tus padres para darte cuenta de que vos también sos una persona que comete errores, y que no pasa todo por ellos, o por lo que ellos te dieron o te dejaron de dar.”

2 comentarios:

razondelgusto dijo...

¡Qué linda nota, Caro! Qué ganas de ver la película. Ojalá la estrenen en los cines para ir a verla.
Ayer yo disfruté mucho dos comedias orientales (la primera coreana, la segunda japonesa),me acordé mucho de vos. Es un cine que conozco muy poco, sólo lo que nos iniciaste vos en el aquel curso y me fascina.
Un abrazo grande.

Susana Summa dijo...

Carolina,
tomo nota de tus comentarios para poder ver las películas, espero sean exhibidas!
Por primera vez me aventuré al BAFICI este fin de semana la experiencia fue interesante y el próximo año armaré una lista con anticipación para conseguir entradas.
Saludos